Atentado a las torres gemelas el 9 /11 ¿Hecho histórico que construyó o destruyó?

Attack on the twin towers on 9/11. Historical event that built or destroyed?

Elia Xiomara Medina Rosete
Universidad Anáhuac Puebla, México

Analéctica

Arkho Ediciones, Argentina

ISSN-e: 2591-5894

Periodicidad: Bimestral

vol. 6, núm. 41, 2020

revista@analectica.org

Recepción: 15 Enero 2020

Aprobación: 19 Mayo 2020



DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.4432594

Resumen: Son contados los eventos que han marcado un antes y un después en la historia. El 11 de septiembre del 2001 (9/11) fue, sin duda, uno de ellos. Comenzó como un día ordinario y finalizó como la peor tragedia del siglo XXI que dio pie a cambios en las relaciones internacionales, pero, sobre todo, creó una identidad de unidad occidental. La intención del presente trabajo es analizar lo sucedido desde la teoría del constructivismo, y no limitar al lector a quedarse con sólo la versión oficial. Dicha teoría brinda herramientas que permiten entender de mejor manera y mucho más completa, los penetrantes efectos que el acontecimiento dejó a su paso, en síntesis, explica por que el 9/11 más que destruir, construyó. Se hablará de como un evento pudo moldear el sistema internacional de manera casi instantánea, explicándolo como una relación mutuamente constituida entre el agente y la estructura.

Palabras clave: torres gemelas, 11 de septiembre, 9, 11.

Abstract: The events that have marked a before and after in history are counted. September 11, 2001 (9/11) was undoubtedly one of them. It started as an ordinary day and ended as the worst tragedy of the 21st century that led to changes in international relations, but, above all, it created an identity of Western unity. The intention of this work is to analyze what happened from the theory of constructivism, and not limit the reader to stay with only the official version. This theory provides tools that allow us to understand in a better and much more complete way, the pervasive effects that the event left in its wake, in short, it explains why 9/11 built more than destroy. We will talk about how an event could shape the international system almost instantaneously, explaining it as a mutually constituted relationship between the agent and the structure.

Keywords: twin towers, September 11, 9, 11.

Estados Unidos de América (EE. UU) apenas dejaba atrás la Guerra fría, se planteaba nuevas estrategias de política exterior e interior cuando, de un momento a otro, pasó a ser protagonista de una de las peores tragedias de la historia occidental. La mañana del 11 de Septiembre del 2001, una fecha inolvidable, dejó bastantes secuelas dignas de ser estudiadas, analizadas y conocidas, pues es un tema que sigue influyendo en la actualidad y del cúal, perfectamente, se pueden hacer tesis, centros de estudio, y hasta doctorados por el amplio conocimiento, impacto y contenido que dejó a su paso, en este caso, resulta bastante interesante que la teoría del constructivismo explique a fondo la esencia de lo ocurrido, una esencia ideológica, inmaterial, que moldeó la estructura, la realidad, las relaciones de poder.

Las torres gemelas, figuras famosas por ser un símbolo financiero emblemático, ubicadas en el corazón de la ciudad de Nueva York en EE. UU, fueron atacadas por dos aviones comerciales secuestrados por el grupo terrorista Al-Qaeda, que dejó 6 mil heridos y 3 mil fallecidos, un tercer avión se estrelló contra el Pentágono y el útlimo cayó a las afueras de Pennsylvania en el cuál los pasajeros quisieron tomar el control, todo ello dejó horrorizado al resto del mundo. El trauma y el shock fue de gran magnitud que se perdió la noción de que dicho momento cambiaría más de lo esperado (Flores, 2019).

De entrada, el objetivo del atentado fue radicalmente diferente al objetivo que se tomaban como pretexto de “hacer la guerra” por las potencias occidentales en el pasado, las guerras mundiales, fueron consecuencia del expansionismo, el imperialismo, intereses políticos, luchar por ser países hegemonicos, y especialmente por poder. Los atentados del 9/11 se plantean de una forma y con una naturaleza distinta, tuvieron intención de dejar un impacto ideológico, de transmitir un mensaje de ideas con vida propia, de infundir miedo, de jugar a nivel psicológico, algo inédito. Es recordado, duele y conmociona, no tanto por la magnitud de fallecidos, o del impacto del choque, o por la pérdida de los rascacielos, sino por la evidente violación a la seguridad y aún más grave, a la soberanía de la potencia mundial más fuerte del momento, EE.UU. Es así como se demuestra que lo inmaterial tomo más relevancia que lo material, las ideas condicionaron una misma identidad en los países occidentales, esa identidad provocó intereses en común y a su vez, determinó acciones.

En este caso, el papel de agente lo adquieren: el gobierno de EE. UU, el presidente en funciones del momento, el terror, el pánico, el shock. Ya que fueron los actores, los motivos, los impulsores para la construcción de una nueva percepción de la realidad. El papel de estructura lo configuran todos aquellos cambios políticos a la estructura como tal del sistema intencional como: la Guerra contra el terrorismo, política impulsada por Bush como respuesta del ataque que dio orden de búsqueda y captura de Osama Bin Laden, jefe de al-Qaeda y al que se le atribuía la máxima responsabilidad de los atentado, se optó alinear todas las políticas a la defensa nacional y en desarrollar acciones militares de carácter “preventivas”, la aparición de una política antiterrorista tomó prioridad en la agenda internacional cuando antes ni se consideraba, se reforzó y aceptó un alto financiamiento de los cuerpos de seguridad, de los servicios de inteligencia y, en menor medida, de las fuerzas armadas tanto de EE.UU como de los europeos haciéndolo bajo la idea de que era la única salida y opción (Bardají, 2002).

Con ello, el gobierno estadounidense se ganó el apoyo para invadir Afganistán, lugar donde se suponía que se escondía Bin Laden, derribando el régimen de los talibanes. La invasión fue el 7 de octubre del 2001 por parte de una coalición de países liderada por Estados Unidos que se materializó en la llamada Operación Libertad Duradera con el lanzamiento de 50 misiles de crucero Tomahawk y bombas guiadas de alta precisión. Esa guerra ha sido una de las más costosas económicamente, y en la cual, a pesar de un importante despliegue de tropas estadounidenses y empleo de todo su poderío aéreo y tecnológico, no han alcanzado una victoria definitiva (Martínez, 2018).

Además, en 2003 invadió Irak desencadenando una guerra y derribando a Saddam Hussein, siguiendo otras acciones para luchar contra el yihadismo. Fue así como la disputa, asímetrica, entre Osama Bin Laden y George W. Bush fue definiendo las acciones geoestratégicas del planeta durante buena parte de la primera década del siglo XXI, antes de que la muerte del primero y desaparición política del otro, reorientarán las prioridades.

La administración estadounidense modificó las estructuras normativas e ideales para moldear identidades sociales sobre todo en actores políticos. Hizo parecer que había una lucha a muerte entre occidentales y musulmanes. Y para lograrlo, su herramienta principal fue la población, quienes contribuyeron a crear el Estado autodenominado salvador del mundo para derrotar el mal “terrorista”. El mandatario Bush en su discurso donde declara la guerra terrorismo, el 20 de septiembre del 2001, 9 días después del 9/11 expresó: “Quien no está con nosotros, está contra nosotros” y agregó que la libertad estaba en guerra con el miedo y “no fracasaremos” (Hernández, 2019) .Todo ello se les hizo lógico a la pueblo americano, que se tomaron lo sucedido muy personal. Es claro que, sin la aprobación de la vida dentro del Estado estadounidense, sus políticas y planes no se hubieran llevado a cabo. Cómo lo dicta la biopolítica; bio es vida, y aquí la vida, la colectividad de personas fueron fundamentales para destruir o crear en relación al poder. El discurso, la paranoia de estar en guerra, de que pudiera volver a pasar, tuvo como efecto una construcción social unida de Occidente, las diferencias con Oriente se incrementron y se asimilaron como negativas. Los aeropuertos cambiaron sus políticas de seguridad, te hacen quitarte el cinturón, los zapatos, los relojes, casí te dejan al desnudo como medida de seguridad, desde el 9/11. La población, se tomó tan en serio el discurso del presidente Bush, el impacto traumático e ideológico que dejó el atentado, todo lo inmaterial, a tal magnitud que, entre la seguridad y la libertad, prefirieron la seguridad. Se construyó la identidad uninanime de que elegir la seguridad antes que la libertad individual, era lo correcto, y necesario. Aún cuando muchas de las medidas de protección de la seguridad nacional suponen un mayor nivel de intrusión del Estado en las vidas de sus ciudadanos.

Lo anterior le dio la pauta a EE. UU de intervenir en medio oriente, bajo la excusa de velar por la seguridad de su gente. Árabes, musulmanes y personas que nacieron en países islámicos comenzarón a ser tratados de forma discriminatoria por el gobierno estadounidense y por los mismos ciudadanos como consecuencia de la idea impreganada en el ambiente de que todo individuo que profesa el islamismo es un potencial terrorista (Recamier, 2018). Los delitos y ataques de odio pasaron de 33 crímenes en el 2000, a 546 en el 2001 (Mars, 2017). La discriminación, el miedo y el rechazo se refleja en la actualidad con el veto migratorio del presidente Donald Trump, política que prohíbe viajar a Estados Unidos a personas provenientes de naciones con mayoría musulmana: Irán, Libia, Somalia, Siria y Yemen. Dicho veto sólo es una de las consecuencias recientes del 9/11.

Es bastante notorio el hecho de que la percepción post-9/11 llevo a la creación de nuevas realidades, lo que lleva a que sea fundamental entender la manera en que EE. UU y sus aliados, propagaron una diferente connotación de la palabra “Terrorismo” divulgando la idea de identificar como tal a cualquier ataque que tenga una conexión con los musulmanes, alimentado la idea de que hay un conflicto político en marcha entre Occidente y el mundo musulman. Conviene aclarar que Terrorista, según fija el Diccionario de la Real Academia, es un sustantivo, el que lo practica o el que es partidario del mismo, y un adjetivo, como en ataque terrorista. Terrorismo, por su parte, puede ser un estado, una situación, una estructura en la que se practica esa dominación por el terror y puede ser un proceso, es decir, una sucesión de actos en los que se observa la intención de infundir miedo ante un mal o peligro que se teme (RAE, 2019). Dichas dos palabras incluyen realidades muy heterogéneas, no tiene una definición en la que todo el mundo esté de acuerdo y es usada por los gobiernos en general y en particular por EE.UU y sus satélites de forma que conviene a sus interes políticos y ese es el problema, el mal uso e interpretación que se le da (Tortosa, 2012).

El asunto es importante porque parece claro que la palabra terrorismo ha tenido para los Estados Unidos y sus satélites, la función que en su día tuvo la palabra comunismo y con la misma aplicación práctica. El hecho de que no haya un acuerdo dentro de la misma Administración estadounidense ni una sola definición oficial aceptada por todos los miembros integrantes de las Naciones Unidas, supone que el término seguirá siendo una herramienta acorde a los intereses particulares que incrementen y limiten la sana cooperación y convivencia entre los de allá y los de aquí, occidentales y orientales. Cabe mencionar que todo lo sucedido parecío darle la razón a Samuel Huntington y su tesis “The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order” que explica el cambio y el nuevo molde de las relaciones de poder, donde afirma que la confrontación ya no es entre Estados sino entre conjuntos multiestatales cuyo punto de arraigo es la pertenencia a una “civilización” común. Es por ello que esta polarización por la cultura implica siempre, desde el punto de vista de Huntington, el riesgo de generar conflictos, sobre todo cuando esos conjuntos tienen veleidades hegemónicas que los convierten en rivales naturales. Así sucede con Occidente y el Mundo Musulmán, o con Occidente y el conjunto sínico-confuciano (Huntington, 1996).

Con el propósito de que que las brechas entre civilizaciones, entre los extremos del planeta, y las diferencias que separan a la comunidad internacional, se propone una política pública que consista en definir de una vez por todas, oficialmente y con el consentimiento de todos los miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la palabra terrorismo, y por lo tanto terrorista, a nivel internacional, dentro del Derecho Internacional Público, y que sea lo menos ambigua posible. Se sabe que el término terrorismo no tiene una definición jurídica formalmente acordada en el ámbito internacional. A pesar de ello, las más variadas definiciones que se han podido identificar -jurídicas o no- tienen como puntos recurrentes la violencia con un propósito político o social, así como el intento de intimidar y dirigir el acto a civiles o no combatientes (Serrano, 2018).

A pesar de lo anterior, ha resultado peligroso todas las connotaciones negativas y la aplicación discrecional que se les ha otorgado, cuestión que no añade conocimiento ni capacidad de afrontar los problemas concretos y tiene el peligro legitimar otro tipo de intervenciones políticas en la vida democrática, de reducir la solución de algunos de éstos a lo meramente policial o militar y aún más grave, de fomentar un distanciamiento cada vez más marcado entre la población. Es curioso que el ya mencionado discurso del presidente Bush siga presente y con fuerza, causante de la polaridad de las culturas, ya que, en vez de tratar de circunscribir el problema, limitándose a apuntar a Al Qaeda, dejó entender que el enemigo eran los islamistas.

David Castrillón, investigador del Observatorio del Análisis de Sistemas Internacionales de la Universidad Externado, afirma que ese discurso confundió a su población y a la mayoría de los Occidentales, y que tuvo dos implicaciones: una internacional y otra local; para legitimar sus acciones en el exterior y para poner a la población de su lado y recibir apoyo (Hernández, 2019). Provocó que se convirtiera en una guerra cultural, existencial. Hay unos buenos: los occidentales, los más blancos, más cristianos. Y hay unos malos: el que no es blanco y sí musulmán. Castrillón también dijo que, en el 2001, republicanos y demócratas se unieron para apoyar la guerra, pero eso ha sido traumático para EE. UU: creó fracturas y tensiones interiores. Se atreve a aceptar que los demócratas son quienes tienen más remordimiento por haber aprobado las invasiones. Además, el discurso hizo que se reestructurara el aparato de seguridad estadounidense a largo plazo: se aprobaron nuevas leyes, el modelo de trabajo de la inteligencia se modificó y se crearon diferentes entidades, como el Departamento de Seguridad Interior y el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (Hernández, 2019).

En lo que concierne a Europa, el discurso fue ampliamente recibido y se ha fortalecido con los sucesos terroristas que han experimentado en esa parte del mundo. Bush hizo referencia a la Segunda Guerra Mundial al hablar de los lazos que unían a los Estados Unidos con los británicos y al comparar a los terroristas islámicos con los fascistas, los nazis, y los totalitarios del siglo XX. Afirmó que el enemigo es una red de terroristas radicales, y cada gobierno que les apoya. Es lamentable que el actual presidente de EE.UU sostenga un discurso parecido a èl y que alimente las manifestaciones de odio, siguiendo el mismo patrón (González, 2001).

Es cierto que han surgido ataques terroristas en los últimos años, mayoritariamente en Europa, hablando del lado Occidental, los cuáles se estudian desde la misma perspectiva que el 9/11. Sin embargo, cada caso, situación, problema, es un mundo y cada uno tendría que ser abordado en sus propias características, sus propias causas y los propios pretextos que aparezcan en esas acciones violentas. No se debe bajo ninguna circunstancia aplicar la misma connotación de terrorismo a situaciones donde el contexto, objetivo y todo lo demás es diferente. Es sumamente grave que se pretenda criminalizar toda una sociedad o una cultura. Potenciar el islam pacífico y la cultura árabe serviría para construir puentes, que se supone es de las funciones de la ONU, fomentar lazos de cooperación y velar por la paz.

Se reconoce que suene un tanto imposible llegar a un acuerdo en común respecto a la palabra, más aún por las crisis de Medio oriente actuales, sin embargo, no lo es. La comunidad internacional y más aún el derecho internacional, ha dado pasos para hacer de lo imposible algo posible. Así como esa palabra, terrorismo, ha ocasionado y construido percepciones de realidades en pro de la guerra e intervención, lo puede hacer en pro de la unión internacional. Será imposible una definición absoluta o totalizadora mientras existan grupos que no siguen el espíritu de la época.

A manera de conclusión, se puede afirmar que el 9/11 más que destruir, construyó. Nada volvió a ser igual después de ese acontecimiento, que fue causa de nuevas relaciones de poder, de nuevas estrategias y de nuevas concepciones de la realidad. Lo que el atentado dejó a su paso va mucho más allá de lo físico, se impregnó de todo lo inmaterial, ayudó a la construcción social hacia una misma identidad, ya que los Estados más que formar un sistema internacional forman una sociedad, misma que se unió y se rivalizó con otra. El agente; ideas, presidentes, eventos, intereses y la estructura; entorno, contexto, leyes, instituciones, organizaciones, sistema, que reflejan con el caso expuesto el hecho de que las dos son moldeables, y se constituyen mutuamente, dependen uno del otro, ambas configuraron una identidad de acuerdo al Constructivismo, una identidad en pro de la seguridad, en pro de la intervención estadounidense, de rechazo a los musulmanes y a quienes se les parecieran, de que el terrorismo era el enemigo más maligno de todos los tiempos. Si se ve desde un panorama general, desde la actualidad, los que salieron perdiendo y dañados fueron aquellos que “atacaron”, los musulmanes, los islamistas, han sufrido gravemente las consecuencias del 9/11 pues su situación interna es politicamente y socialmetne delicada. En cambio, EE. UU tuvo la oportunidad a partir de ahí, de construir desde bases normativas, legales e ideológicas, a la idea de una cultura occidental, de una identidad compartida con intereses compartidos que le dieron base a su uso del poder.

El 9/11 es un ejemplo de cómo las ideas, las emociones, la cultura, las identidades, las diferencias, formaron una perspectiva de la realidad. Se debe ver más allá de lo material, pues resulta que lo inmaterial, es lo que de verdad cambio el rumbo de la historia.

Bibliografía

Bardají, R. (2002) 11 de Septiembre: un año después. Revista de Libros.

Flores, M. (2019) Atentado 11-S. EL UNIVERSAL.

González, E. (2001) Bush advierte al mundo que 'quien no está con nosotros está contra nosotros'. EL PAÍS.

Hernández, C. (2019) George W. Bush: 18 años del discurso que cambió al mundo tras el 11-S. EL TIEMPO.

Huntington, S. P. (1996). The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. Simon & Schuster.

Mars, A. (2017). Aumentan en EE UU los delitos de odio contra musulmanes y latinos. EL PAÍS.

Martínez, E. (2018). La intervención militar de EEUU en Afganistán. Centro de Investigaciones de Política Internacional.

RAE (2019) Real Academia Española : https://dle.rae.es/terrorismo?m=form

Recamier, M. (2018). DISCRIMINACIÓN Y MIEDO DESPUÉS DEL 11S. Reporte Índigo.

Serrano, R. (2018 ). EL TERRORISMO Y EL DERECHO INTERNACIONAL. Revista UNAM.

Tortosa, J. (2012) La palabra terrorista. Obtenido de Seipaz.org : http://www.seipaz.org/2005tortosa.htm#_ftnref37

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